Hoy es un día terrible para nuestra querida Logia Altuna Nº. 52, tal vez el día más terrible de sus casi 17 años de existencia. Pese a que, por desgracia esta logia ya ha pasado anteriormente por el mal trago que significa despedir definitivamente a un Hermano que pasa al Oriente Eterno, (recordemos que otros cuatro Hermanos lo habían hecho previamente), el reciente y repentino fallecimiento de nuestra Querida Hermana Ainhara nos ha llenado de consternación y tristeza como no lo habían hecho los otros decesos.
El caso de nuestra querida Ainhara ha sido muy distinto. Aún en la flor de la vida y sin signos de que la fatalidad fuera a cruzarse en su camino, su muerte ha sido un golpe sin parangón para todos nosotros, un golpe maldito que nos ha desgarrado la conciencia y que nos ha mutilado el espíritu. En estos momentos el misterio de nuestra existencia se hace evidente a nuestros ojos, ese misterio que nos obliga a querer comprender y que hace que avancemos en pos del conocimiento y de la sabiduría.
Aunque este año ocupaba el sitial del Primer Vigilante, es el puesto que Ainhara ocupó entre nosotros el curso pasado, el de Segundo Vigilante, el que tal vez mejor resuma y simbolice lo que fue nuestra Querida Hermana. Para nosotros los masones todas las construcciones se fundamentan en tres pilares: la sabiduría, la fuerza y la belleza. El puesto en logia de Ainhara el curso pasado, precisamente, simbolizaba la Columna de la Belleza, un atributo que sin duda adornaba a nuestra hoy llorada Hermana.
Su cariño, su alegría o su contagiosa vitalidad no pasaron desapercibidos para ninguno de nosotros; aquello que en vida nos hizo tan felices a su lado y que en su marcha, en cambio, nos ha hecho tan miserablemente tristes y nos ha dejado tan enormemente vacíos. En estos dolorosos momentos podríamos hablar del destino, de la fatalidad o de la propia existencia, temas estos que llevados por la pasión nos harían sin duda hablar y debatir durante horas.
Sin embargo, nuestra Querida Hermana Ainhara nunca más volverá con nosotros, nunca más sentiremos su alegría, ni nos deleitará con aquellos magníficos trabajos que nos solía leer a una velocidad de vértigo, siempre llevada por su sempiterna timidez.
Ya solo nos queda su recuerdo, un recuerdo imborrable e inolvidable para todos, el salario a toda una vida como persona recta y bondadosa, una persona cuyo poso nos acompañará por siempre y cuya estrella ya brilla en el firmamento de la Logia Altuna Nº. 52 y del universo, con la luz resplandeciente de aquellos que supieron hacer el bien, que supieron entregarse con devoción a sus Hermanos y que trabajaron incansablemente para la construcción de una humanidad mejor.
Eskerrik asko Kide Maite Maitea. Agur Ainhara, baina beti gurekin.
Bihotz bihotzez,
Logia Altuna Nº. 52
P.D.: Nuestra Querida Hermana Ainhara era una apasionada de la poesía de uno de los grandes poetas españoles del siglo XIX, Gustavo Adolfo Bécquer (1836-1870). Nuestro último homenaje a su memoria será por tanto este poema que para ella era tan especial:
Volverán las oscuras golondrinas
en tu balcón sus nidos a colgar,
y otra vez con el ala a sus cristales
jugando llamarán.
Pero aquellas que el vuelo refrenaban
tu hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas que aprendieron nuestros nombres…
ésas… ¡no volverán!
Volverán las tupidas madreselvas
de tu jardín las tapias a escalar,
y otra vez a la tarde aún más hermosas
sus flores se abrirán.
Pero aquellas cuajadas de rocío
cuyas gotas mirábamos temblar
y caer como lágrimas del día…
ésas… ¡no volverán!
Volverán del amor en tus oídos
las palabras ardientes a sonar;
tu corazón de su profundo sueño
tal vez despertará.
Pero mudo y absorto y de rodillas,
como se adora a Dios ante su altar,
como yo te he querido…, desengáñate,
nadie así te amará.
Me ha encantado el precioso homenaje que le habéis hecho a mi hermana, estoy infinitamente agradecida a la Logia Altuna por lo inmensamente feliz que le hicistéis en vida y por los homenajes de despedida que le habéis dedicado.
La Tenida fúnebre a la que tuve el privilegio de poder asistir, no la voy a olvidar nunca, fue maravilloso el respeto, el cariño y la devoción con la que se llevó a cabo.
Estoy segura de que a ella le hubiera encantado tanto como nos gustó y nos traspasó a todos los que estuvimos allí.
Gracias, mil veces gracias por haber formado parte de la vida de mi hermana.
Un abrazo, o tres si me lo permitís.
Irene Sarría Vázquez