La Francmasonería es una institución esencialmente filantrópica, filosófica, iniciática y progresiva. Tiene por objeto la búsqueda de la verdad, el estudio de la ética y la práctica de la solidaridad. Trabaja por el perfeccionamiento material, moral, intelectual y espiritual de toda la humanidad. Tiene como principios la tolerancia mutua, el respeto a los demás y a uno mismo, y la absoluta libertad de conciencia. Considerando que las concepciones metafísicas y religiosas son del dominio exclusivo de la apreciación de cada individuo, rechaza cualquier afirmación dogmática en este sentido. Cada Francmasón interpretará la invocación al Gran Arquitecto del Universo según le dicte su conciencia, con el mayor respeto hacia las diferentes interpretaciones y hacia los Hermanos que las sustentan.
Tiene por divisa: Libertad, Igualdad, Fraternidad.
La Francmasonería tiene como deber extender hacia todos los componentes de la humanidad los lazos fraternales que unen a los Francmasones esparcidos por toda la superficie de la Tierra. Recomienda a sus miembros propagar sus ideales a través del ejemplo, la palabra y los escritos, manteniendo en todo momento la necesaria discreción sobre los asuntos internos.
El Método Masónico
Es sencillo y muy antiguo. Se basa en tres pasos escalonados y progresivos:
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El silencio y la introspección del Aprendiz
Lo primero que aprende un iniciado en la Masonería es a callar. Durante su estancia en este primer grado está presente en todas las reuniones de la Logia para ver, observar, escuchar y meditar sobre el extenso simbolismo que se despliega delante de sus ojos –no habitual en su vida cotidiana– y sobre los comportamientos de sus hermanos más avanzados en este proceso. Y de todo ello saca sus propias conclusiones, aprendiendo e interiorizando. En el R.·.E.·.A.·.A.·. (Rito Escocés Antiguo y Aceptado) ese silencio interior se desarrolla sobre todo en la Logia y los aprendices no intervienen en ningún debate, a no ser que se les pida de forma explícita.
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La actividad del Compañero
Cuando ha acabado el periodo del silencio, el segundo escalón lleva al Grado de Compañero. En este grado, tanto de forma simbólica como real, se invita al Francmasón a viajar y recorrer el mundo exterior. Deberá visitar territorios, personas y circunstancias en los que probar la existencia del mundo silencioso y oscuro que ha descubierto en el grado anterior. Y de todo ello sacará igualmente conclusiones provechosas. Posteriormente, con esta recolección, volverá a su logia a contar a sus hermanos los descubrimientos realizados.
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El equilibrio del Maestro
En este grado el francmasón ya ha transitado por el lado más oculto y subjetivo de la introspección y por el lado más claro de la explicación racional de las cosas que suceden en el mundo exterior. Estas dos perspectivas han de ser conciliadas, porque forman parte irremediable de la vida. Esta visión completa es la reconciliación de los opuestos. Se produce así la valoración positiva de lo interior y de lo exterior, de lo espiritual y de lo social. Esta es la visión total y amplia que caracteriza a un Maestro Masón.
La Iniciación
¿Quién soy? ¿Cuál es el sentido de mi vida? ¿A dónde voy? Son preguntas que los humanos nos hemos hecho y seguimos haciéndonos. Es el primer paso para encontrar, gracias a herramientas como la ciencia, la filosofía y la religión, principalmente, distintas respuestas que aclaran nuestra complejidad.
Sin embargo, incluso imaginando respuestas a través de estos caminos de conocimiento, no todo está resuelto. Cuanto más evolucionamos, más enigmática resulta la existencia humana. En cierta medida siguen con nosotros la incertidumbre, el desconcierto y una cierta sensación de fracaso. ¿Y qué responde la Masonería a estos interrogantes?
Debemos partir del hecho que la Francmasonería comparte con todo grupo humanista, con todo pensamiento filosófico y con todo credo religioso el vasto campo de los valores éticos que constituyen el cimiento de todos ellos. Sin embargo, la Masonería aporta un aspecto que la hace única y diferente: la Iniciación.
Una búsqueda personal
A través de la Iniciación, de sus palabras y símbolos, se pone en marcha una actitud de búsqueda personal. Esta hace que el iniciado se vaya transformando en la medida en que va profundizando en el conocimiento, tanto de sí mismo (como resultado de esa búsqueda personal) y del mundo que le rodea. Y es que todo cambio tiene como base un proceso de búsqueda y hallazgo.
La Iniciación no confiere ningún secreto, pero sí incita a descubrir por uno mismo. Tampoco comunica la verdad, que la Francmasonería no posee. Por el contrario, nos pone ante el “Conócete a ti mismo” de la tradición. Esto se realiza por medio del símbolo y del rito, del eco particular que estos ejercen en cada persona. Conocerse a uno mismo sugiere el comienzo de un hombre nuevo, cuya consecuencia lógica es ser consciente de ese tránsito. La Iniciación es, pues, el inicio de un largo viaje por el espíritu y el conocimento humanos, y la Francmasonería propicia un marco común de aprendizaje y desarrollo personal, que finalmente redunde en la mejora de la sociedad en su conjunto.