«Gran Líder Ataturk, Te pedimos perdón.
Si hubiésemos sabido entender el significado más profundo de tus palabras y frases, en lugar de utilizarlos como consignas decorativas. Si hubiesemos sabido apreciar cómo la vida se enriquece a partir de la observación de tus principios, hubiésemos podido unirnos en un abrazo más fraternal y haber superado nuestras diferencias.
Si hubiesemos sabido entender mejor los principios de la paz universal, si hubiesemos entendido e interpretado mejor tu voluntad, siempre dando prioridad a la paz sobre la guerra; a la vida sobre la muerte.
Si hubiesemos sabido entender la riqueza que surge de las diferencias de raza, de religión, de idioma, de sexo. Si hubiesemos sabido apreciar mejor la libertad de la mujer, y entender que somos iguales y complementarios.
Si hubiésemos entendido que la laicidad era necesaria para ponernos a salvo de aquellos que utilizan erróneamente las proposiciones religiosas para conseguir el poder institucional.
No hubiesemos visto la zozobra de nuestro país en este año…»
Esta voz pesarosa, apesadumbrada y derrotada surge de las Puertas de Europa, de los masones turcos unidos, que piden perdón a Kemal Ataturk ante su mausoleo por haber dilapidado su herencia, por no haber sabido mantener las ideas de la Masonería, por no haber trabajado suficiente desde sus logias y por haber dejado un país, rendido al dogmatismo religioso de Erdogan y sus islamistas, de Gülen y sus infiltrados en los aparatos del Estado, esos aparatos laicos que ahora depura Erdogan antes de retraer Turquía a un sultanato con mera apariencia democrática.
¿Tendremos acaso nosotros, masones europeos, que pedir perdón en un futuro más o menos lejano, por no haber defendido con la suficiente energía, dedicación y convicción, o no haber sabido explicar? Que buscar la libertad es nuestra esencia como seres humanos, nuestra máxima virtud. Que para ser libre hay que conocer y respetar la libertad de los demás. Que no es libre quien hace lo que quiere, sino quien conoce los límites de su propia libertad.
Que la Igualdad es sobre todo una actitud vital hacia el otro. Una actitud que conlleva, como punto paradójico de partida, la aceptación profunda de las diferencias entre los seres humanos. Que sólo desde el respeto profundo a esa diversidad de sexos, razas, orígenes, religiones o capacidades intelectuales, es posible construir un esquema de Igualdad en el marco de la sociedad. Que la Igualdad es la actitud de los seres humanos hacia los demás, para evitar que esas características particulares y diferenciadoras de cada ser humano se conviertan en vehículo de exclusión social. Aceptar la igualdad como virtud capital es uno de los actos mas nobles de la conducta humana y especialmente de la conducta masónica.
Decidme hermanos: ¿Qué es la Fraternidad sino la capacidad del ser humano para ponerse en el lugar de los demás? ¿Qué nos hace más humanos que eso? La Libertad y la Igualdad son importantes pero la Fraternidad es la virtud masónica por excelencia. Ser tan humanos que nos pongamos en el lugar de quienes no tienen salud, de los que no tienen acceso a la educación, de los que no tienen medios para alimentar a sus familia, de los desamparados, de los que huyen de la muerte y de la represión. Sí, de todos ellos. No de unos sí y de otros no. De todos. Por eso la Fraternidad está en la base del triángulo equilátero que soporta las otras virtudes masónicas. Es la esencia del humanismo, de nuestras más profundas convicciones respecto al ser humano. No hay excusas. ¿La tantas veces invocada falta de recursos quizás? Pues para la guerra sobran… Si hay algún defict, si lo hay verdaderamente, es un déficit de decencia y de actitud humana. ¿Es más dificil? Sí lo es, pero nadie dijo que el camino de la fraternidad fuese fácil.
La Fraternidad es esa actitud vital de compromiso entre los seres humanos para comprender y aceptar su destino común en el mundo, para compartir sus grandezas y mitigar sus miserias como especie, y para caminar unidos en la aventura de la vida. Siempre comprometidos con el principio del Bien Común.
Decía nuestro amado y respetado Spinoza, que la virtud es potencia de ser, que la virtud del cuchillo es poder cortar. ¿Cuál será entonces nuestra virtud esencial, sino ser humanos y comportarnos como un seres humanos?
Sí hermanos, como no nos cansamos de repetir a nuestros Aprendices y a nuestros Compañeros y entre nosotros los Maestros; lo que haces te hace. ¿Cuáles serán entonces las virtudes que debamos trabajar para perfeccionarnos como seres humanos? Está claro que no pueden ser otras que las que nos conducen hacia nuestra humanidad, hacia nuestra propia excelencia y nos alejan del animal que llevamos dentro. Aquí no puede haber trampas, ni sofismos, ni silogismos, ni dudas, ni reservas mentales de ninguna clase, como dice nuestro ritual de iniciación cuando juramos servir a los principios masónicos. “Sin reservas mentales de ningún tipo”. Esto no es un juego, aunque esté en juego nuestro futuro y el futuro de nuestros hijos.
¿Cómo nos haremos entonces más libres, más iguales y más fraternales? ¿Acaso cerrando las puertas? Porque cuando las cerramos, no se las cerramos a ellos, sino a nuestra humanidad. ¿Acaso despreciando la libertad? No nos engañemos. Si actuamos así, no estaremos cercenando la libertad de otros, sino la nuestra ¿Quizás ignorando lo que nos hace maravillosamente diferentes? ¿Nos hemos olvidado tan pronto de que nosotros fuimos los diferentes en otro tiempo no muy lejanos?
Yo también te pido perdón hermano Ataturk, porque quizás no fui lo suficientemente masón para entender tu trabajo en su plena dimensión, para defender que debíamos reforzar tu trabajo con la pertenencia a Europa de tu país y perseverar en los principios que nos hicieron fuertes como europeos, para defendernos de los contravalores de nuestra época, para defendernos del dogmatismo, del fanatismo, de la insolidaridad. Te pido perdón, porque quizás no entendí completamente el principio de que «lo que haces te hace», y me hice débil en la discordia interna, poco fraternal en la renuncia a nuestros sueños, y acomodaticio en el trabajo diario.
La Masonería tiene un conocimiento secreto. Pero no es un conocimiento metafísico. No son plabras sagradas ni recetas mágicas. Es un secreto que se concreta en el conocimiento profundo de los elementos que pueden transmutar a un ser humano y nada nos transmuta más, que hacer lo que debemos en toda circunstancia. Vivimos en Europa una marea de pusilanimidad, de abandono, de dudas y desesperanza y frente a ella nosotros los masones tenemos la obligación de recordar los valores que nos hicieron fuertes tras los desastres de las guerras, guerras que no lo olvidemos nacieron de los populismos de hace un siglo. No podemos perder esta batalla de las ideas, hermanos.
Es en nuestras simples y potentes manos, donde reside todo el poder que la Masonería nos propone, por si tenemos la suficiente valentía para aceptar el desafío. Lo que haces te hace. No cerremos las puertas a nuestra humanidad. Defendamos nuestros principios con valentía, practiquemos nuestras virtudes con orgullo y trabajemos nuestros valores con honestidad y dejaremos de sentir los miedos que nos atenazan, porque nuestra fuerza como continente proviene de nuestras grandes ideas y de nuestras profundas convicciones.
Texto leído por parte de la Logia Altuna Nº. 52 en el Convento de la Gran Logia Simbólica Española, celebrado en Tarragona en el mes de junio de 2017.